Ayer al fin volví a esquiar. Día de sol espléndido y un frío pelón, que cortaba al subir en el remonte.
Es difícil esquiar con los muchachos, uno se lanza ladera abajo sin mucho estilo, pero sin detenerse, y el otro hay que acompañarlo y animarlo a que se lance a más velocidad. El resultado: el mayor espera y el pequeño te desespera.
Pero esquiamos, y la nieve estaba fantástica. Y además había poca gente, por lo que no perdimos el tiempo en las colas.
Por cierto, llegamos a la estación gracias a las fundas para ruedas que Marta nos regaló. Gracias.
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